¡MARRRRRRRRRRRRRTA!
Érase una vez una niña llamada Marta
que no podía pronunciar la “R”. Cuando nació, se dieron cuenta de que sus
frenillos eran cortos y que seguramente cuando aprendiera a hablar, no iba a
poder pronunciar correctamente la letra
“R”. Aún así, los médicos le decían a sus papás que no se preocuparan,
que quizá un buen día, Marta pudiera caerse y… entonces los frenillos podrían
romperse. Pero el tiempo fue pasaaando y pasaaando y Marta muchas veces se
cayó, pero nunca los frenillos se rompió.
Cuando Marta cumplió los seis años, sus compañeros del
colegio le preguntaban que por qué no
sabía pronunciar la “R”. Aquello se le
quedó grabado y le hizo pensar y, cuando llegó a su casa le preguntó a su
madre:
-Mamá ¿Cuándo sea mayor voy saber pronunciar
bien la “R”?
- y su madre asombrada
ante tal pregunta, le respondió: ¡pues claro Marta, sólo tenemos que ir al
lugar adecuado y buscar la solución!.
Fue entonces cuando los padres de Marta
pensaron en poner remedio al pequeño problema.
A la mañana siguiente se fueron los tres al logopeda,
(que es el médico que enseña a hablar bien a los niños y niñas que tienen
dificultad al pronunciar algunos fonemas o palabras).Cuando el logopeda
diagnosticó a Marta, avisó a sus padres de que lo mejor era operarla, porque
sus frenillos eran tan cortos que difícilmente podría corregirlo con las clases
de logopedia.
Aun así sus padres querían intentarlo antes de
tomar la decisión de operarla.Marta comenzó sus clases para aprender a pronunciar la “R”. Tanto era el interés que mostraba que el logopeda no podía creer la mejoría que iba consiguiendo en tan poco tiempo.
Marta seguía con insistencia practicando
la “R”. Cuando terminaba la clases y se subía al coche para marcharse a
casa, se pasaba todo el camino ¡ rrrrrrrrrrr,rrrrrrrrrrrrrrrr,rrrrrrrrrrrrrrr!. Trabajó tan duro y se lo tomó tan
en serio que a los 6 meses le dieron el alta y nunca más volvió a pronunciar mal
la “R”.
Sus padres se sintieron muy orgullosos de ella
y además muy agradecidos porque gracias a su esfuerzo no tuvieron que operarla
y pasar por ese mal trago. ¡je.je!. ¡Y colorín, colorado este cuento se ha
acabado!.
MORALEJA: La recompensa del esfuerzo.
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